Cuando la soledad se sienta a cenar conmigo
como un planeta con su satélite,
siempre se trae acompañante
sin avisar ni informar
reúne reflexiones
pero perpetuamente bienvenidas.
Introspección: salida, viaje y destino.
Puedes permitirte la ceguera
del que no avanza, la del que prefiere cerrar los ojos
y deplorar la agonÃa
hasta incluso sentirte familiarizado y acostumbrado a ella.
Pero el hábito no lo vuelve sano,
y aunque sientas que se ha reducido
sigue ahÃ,
donde la dejaste
y probablemente
junto a otras heridas,
cargas y restos.
De la misma forma que
llegará el dÃa en el que sangras
y entras en la locura
de no saber
ni entender exactamente
cuál es la lesión.